La película se transforma en algo distinto con las pantallas LED de LG y sonido envolvente Dolby Atmos.
Piensa en una escena de terror, da igual la película. Casi siempre vendrán a tu mente imágenes de contrastes pronunciados, sombras inquietas y, en general, encuadres cuidadosamente diseñados para atrapar tu mirada. Todas estas técnicas ya estaban presentes hace 102 años en Nosferatu, la obra maestra del director alemán F. W. Murnau. Escenarios austeros, movimientos de cámara “salvajes”, crucifijos y elementos propios del folclore y el ocultismo son hoy una constante en el cine de A24, por ejemplo.
Puede que el terror se haya reformulado mil veces. Solo hace falta echar un ojo a películas recientes como Háblame, The Empty Man, Nadie te salvará, Skinamarink, Cuando acecha la maldad, El último late night, Longlegs o sagas como las de Ti West y retornos como Smile 2 o Un lugar Tranquilo: Día uno para confirmarlo: el terror vive una permanente edad dorada. Es el género donde se aprecia la mayor vanguardia y el riesgo más valiente. Sin embargo, los clásicos son inmortales, como Drácula.
Y es aquí donde entra en juego Robert Eggers, director de La bruja (2015), El faro (2019) y El hombre del norte (2022), quien revisita esta historia de vampiros imperecedera y la traslada al siglo XXI. Un regreso al horror gótico puro. Y lo hace acompañado de un elenco liderado por Willem Dafoe y Lily-Rose Depp. Bill Skarsgård, quien interpreta al Conde Orlok, se sumergió profundamente en su papel y para encarnar al vampiro, trabajó con un cantante de ópera islandés para bajar su rango vocal. Pasó horas diarias aplicándose maquillaje prostético para “desaparecer por completo en el personaje”. Y Ellen Hutter, interpretada por Lily-Rose Depp, promete una narrativa más personal y emocional en comparación con versiones previas.
Este remake promete ser la reimaginación perfecta para homenajear, perpetuar y reconstruir. Y el lugar ideal para verla es, sin duda, en los Odeón Multicines. Hablamos del primer multicine del mundo con pantallas LED y Dolby Atmos en todas sus salas para garantizar una experiencia visual envolvente e inmersiva, hermanando tecnología y arte, industria y experiencia. Donde esta versión de Nosferatu cobra una nueva vida de calidad visual inédita en pantallas LG Miraclass LED.
Un clásico condenado, resucitado e inmortal.
El estreno de Nosferatu en 1922 no solo marcó un hito en la historia del cine: sentó las bases del género de terror tal y como lo concebimos hoy día. Pero cuando su director, F. W. Murnau, estrenó la cinta en 1922 lo hizo sin autorización de los herederos de Bram Stoker, cuyo Drácula era la base no oficial del guión. La viuda de Stoker demandó al estudio, terminando el proceso con una orden para destruir todas las copias. Sin embargo, algunas sobrevivieron. La película fue restaurada años después, convirtiéndose en emblema del expresionismo alemán.
Normal. El diseño de Max Schreck para configurar el vampiro Orlok era tan único que alimentó rumores de que ese vampiro era real. Esto incluso inspiró la película ‘La sombra del vampiro’, donde Dafoe interpreta a Schreck y John Malkovich se pone en la piel de Murnau. Y hablando de Murnau, el director usó negativo para las escenas diurnas y recurrió a técnicas de quemado para dotar al filme de cierta cualidad irreal y espectral.
Este oscuro legado se extendió como una sombra proyectada. Su enfoque en la psicología del miedo ha sido la base de Eggers, quien ha mencionado en entrevistas su intención de respetar esta estética mientras actualiza el lenguaje cinematográfico para nuevas audiencias. El folclore y los mitos europeos siempre han sido una constante en el trabajo de Eggers y con el vampirismo va un paso más allá: no en vano sirvió como alegoría de una Europa post-Primera Guerra Mundial azotada por la peste.
'Nosferatu' a través de los años
Este no es el primer remake que acomete la industria. En poco más de hora y media, Werner Herzog construyó en 1979 su Nosferatu: el Vampiro de la noche, una visión del personaje hacia un terreno más poético, mostrando a un vampiro vulnerable interpretado por Klaus Kinski. No nos engañemos: ser inmortal es más condena que superpoder.
Una colaboración, la de Herzog y Kinski, legendaria por su intensidad. Se han escrito ríos de tinta sobre esta relación que casi acaba en asesinato y que culminó con un documental, Mi enemigo íntimo (1999), la confesión del propio Herzog. El resto se configuró bajo el mismo canon: paisajes naturales, mesmerizante música de Popol Vuh y una jovencísima Isabelle Adjani en el rol de la joven esposa de Jonathan Harker, el agente inmobiliario que ha de conocer la propiedad del Conde para convencerle de que la venda.
Irónicamente, el nombre “Nosferatu” es difícil de determinar. Porque si bien ha sido presentado como una palabra rumana sinónima de "vampiro", hasta hoy no ha sido rastreada esta relación. Roger Eggers asume, por tanto, un reto doble. Caracterizado por su obsesión por los detalles históricos, tiene delante uno de los mayores iconos de la cultura pop, como relataría el ensayista David J. Skal en 'Hollywood gótico'. Pero es un icono que en realidad no posee base histórica, sino una maraña de irrealidades, como la que proyecta el mismísimo Drácula sobre la mente de sus víctimas.