Luis Tosar, Álex González y Elena Anaya protagonizan el primer largometraje de JuanGaliñanes, un thriller con un ritmo frenético que no se olvida del componente social.
¿Lo que nos pasa es fruto de nuestras acciones? ¿O existe una fuerza que nos empuja hacia un fin del que no podemos escapar? Estas dos preguntas sobrevuelan Fatum, una película en la que los personajes “están unidos por las decisiones que van tomando, y no tenemos muy claro si son ellos los culpables o el culpable es el destino inexorable que ha querido juntarlos ese día a todos para que algo ocurra”, explica a SensaCine su director y guionista, Juan Galiñanes.
Con una trayectoria que le ha permitido trabajar en el mundo del cortometraje, el largometraje, la publicidad y las series —como montador en producciones como La Unidad o Hierro—, Galiñanes se atreve en su ópera prima con un thriller cuyo formato es un mero pretexto para profundizar en la psicología de los protagonistas. Este “envoltorio”, como lo califica, esconde una “película de personajes”, en la que ha intentado trabajar con figuras “complejas pero con emociones muy básicas que te permiten empatizar todo el rato con ellos”.
El hecho de ser montador me ayuda mucho a dominar la parte más formal, la narrativa y los tiempos, y eso me preocupaba menos. Lo que me preocupaba más era meterme en el viaje emocional” de la película, una “vorágine de sensaciones y sentimientos”, explica el director
Sergio (Luis Tosar) es un ludópata que, a pesar de haber prometido a su mujer (Luisa Mayol) que no volvería a caer en el juego, acude a una casa de apuestas atraído por un soplo prometedor con el que podría conseguir una gran cantidad de dinero. Pero la irrupción de un atracador (Arón Piper) en el local cruzará el destino de Sergio con el de Pablo (Álex González), un GEO que trata de cumplir su trabajo con profesionalidad a pesar de la delicada situación que atraviesa su hijo hospitalizado.
Situar la acción en una casa de apuestas no era algo que estuviera inicialmente en el guion de Fatum, escrito a cuatro manos con Alberto Marini: “Lo escribí hace unos cuantos años, y cuando lo retomamos nos parecía que era bueno encontrar un marco que nos permitiese tener algo de trasfondo social. Y ahora mismo es muy delicado este tema”, comenta Galiñanes. Desde su punto de vista, la ludopatía es un problema al que hoy en día “le estamos dando la espalda, y por eso esta película pretende tocar un poco esa sensibilidad; que no se quede simplemente en un thriller y entretenimiento”.
La adicción a las apuestas “es un tema que antes estaba acotado a un sector de la población que claramente uno identificaba e incluso estigmatizaba, por así decirlo, y hoy parece que de alguna manera se ha aceptado mucho el juego socialmente como un valor de ocio interesante”, comenta al respecto Luis Tosar, quien pone como ejemplo los patrocinios de las casas de juego en los deportes de élite. Además, lo alarmante es que se ha “cronificado en sectores de la sociedad cada vez más jóvenes. Y la realidad es que hay menores en las salas de juego, aunque esté supuestamente prohibido”, continúa.
EMOCIONES A FLOR DE PIEL
El atraco con rehenes es solo el punto de partida para una trama que, por su ritmo trepidante, ha requerido una intensidad especial por parte de los actores. “Creo que es el personaje de mi carrera en el que más tiempo he tenido que estar con esa excitación constante”, reconoce Arón Piper. La ambientación y el trabajo del equipo fueron clave para lograr transmitir la adrenalina existente en el atraco: “La casa de apuestas la recreamos, tanto por fuera como por dentro. Era un local, no un plató, y realmente estabas encerrado. Era fácil meterse en la situación”.
En el caso de Álex González, quien da vida a un francotirador del GEO, le tocó el reto de mantener el equilibrio de un personaje que, a pesar de tener una profesión que le exige ser frío y metódico, no puede evitar que sus sentimientos interfieran. “Los personajes que me pusieron alrededor son un regalo, porque son los que van llevando al protagonista a otro lugar” y le ayudan a “sacar esa parte emocional, dentro de un personaje tan estructurado”.
Al lado de González, Elena Anaya interpreta a la comisaria Costa, responsable de la operación policial, un rol que trabajó en el set de rodaje con una doble vertiente. Había momentos en los que Galiñanes se refería al personaje por su nombre de pila, Nuria, para aquellas escenas que requerían sacar su lado más empático, pero si el director la apelaba por el apellido, Costa, había llegado el momento de mostrarse más “firme” y “diligente a la hora de decir las cosas”. “Creo que su experiencia y su humanidad han sabido darnos la sintonía y la medida exacta para ecualizar las emociones de cada personaje”, comenta la actriz sobre el cineasta.
El balance está, también, en su reflexión sobre el peso que acapara el destino en nuestras vidas: “Todos somos responsables de nuestras decisiones, sobre todo de las malas. Pero el destino de alguna manera nos acompaña y puede jugarte pasadas completamente incomprensibles. Creo que es una mezcla, y también lo que uno proyecta en la vida: a veces, uno puede pedirle al destino que se coloque en un sitio y enfocar tu mirada y tu corazón para que solo te conduzca hacia él”, defiende Anaya.